Artículo de opinión de la Red Española de Desarrollo Rural.
La situación anómala a la que nos estamos enfrentando de manera global ha hecho replantearnos nuestros propios cimientos como sociedad, y a cuestionarnos «cómo nos hemos dejado arrastrar por esta marea, en qué he fallado como individuo, y si lo que tengo es mi ideal de vida… «.
En este punto de no retorno, nadie sabe qué pasara mañana; lo que nadie duda es que, si no aprendemos la lección, estaremos abocados a repetir los mismos errores que nos han llevado hasta aquí. Son los momentos difíciles los que nos ponen a prueba, los que sacan lo mejor de nosotros mismos. Pero también son esas circunstancias comprometidas y excepcionales las que nos hacen valorar determinadas cosas que, en otras circunstancias, no sabemos valorar en su justa medida. La sociedad en general mira ahora hacia el medio rural con otros ojos, porque parece haberse dado cuenta de golpe de su importancia.
El medio rural no ha parado, ni va a parar, para que las sobrepobladas ciudades sigan disponiendo de alimentos frescos y de proximidad; tampoco han parado los bosques de seguir generando oxígeno, ni los ríos de transportar su agua; y, ¿qué hay de esos pequeños municipios a los que siempre se mira con condescendencia desde las ciudades? Han demostrado un profundo compromiso con los más vulnerables, han creado redes de solidaridad vecinal para que nadie se sienta solo, han logrado que sus administraciones locales se erijan como verdaderos motores sociales en sus municipios, cuya población está tratando de sobrellevar esta situación y combatirla con los pocos medios con los que dispone.
Cuando esto pase, debemos darle un nuevo significado al desarrollo sostenible, a la relación que las ciudades tienen con los pueblos, a nuestra propia definición de lo que significa el desarrollo. En definitiva, cambiar el actual paradigma y dejar de pensar que no cualquier tipo de crecimiento de la producción y el consumo es positivo y, por tanto, promover un modelo más respetuoso con la Tierra en el que se mejore la calidad de vida de las personas al ser capaces de vivir en mayor armonía con un gasto menor de recursos. Y recuperar de una vez por todas el anclaje territorial, -producir localmente, a través de empresas locales, los bienes esenciales para satisfacer las necesidades reales de la población. Los movimientos de mercancías y de capitales se tienen que limitar a lo indispensable. Tenemos que «relocalizarnos».
Y cuando superemos este gran desafío al que nos enfrentamos como sociedad este es nuestro sueño: quede inaugurado un nuevo tiempo en el que la humanidad, si se organiza correctamente, pueda beneficiarse de las dinámicas colaborativas, la solidaridad y el establecimiento de nuevas relaciones con la naturaleza. Podamos abrir las puertas e iniciar un camino con una perspectiva más racional y universalista sobre el bienestar humano. Podamos además poner en valor al medio rural y a sus valiosos aportes ecosistémicos a la sociedad y, tal vez, podamos retornar a vivir a los entornos rurales.
La antropóloga y poeta americana Margaret Mead decía que «la sociedad nunca debe depender de instituciones o gobiernos para resolver ningún problema, ya que todos los movimientos sociales están fundados, guiados, motivados y vistos por la pasión de los individuos«. En esta situación inédita, la respuesta ciudadana a la petición del gobierno de confinamiento ha sido no tanto una propuesta vertical y con sesgo autoritario, sino que la propia sociedad ha evaluado y valorado la dimensión de sus acciones y ha apostado por resolver la situación contribuyendo con su compromiso individual . Por tanto tenemos una oportunidad única como individuos de exigirnos a nosotros mismos un cambio de mentalidad, porque es algo que está a nuestro alcance.
Por supuesto que debemos seguir exigiendo a nuestros gobernantes y representantes de la sociedad civil un cambio de rumbo pero, el mejor cambio que podemos hacer está dentro de nosotros mismos.
Una percepción generalizada a nivel mundial es que de esta crisis sistémica se saldrá de ella con un enfoque también sistémico, trabajando de forma horizontal, participativa y colaborativa -principios de la metodología LEADER que se vienen implementando en el medio rural desde 1991. Es el momento de los territorios rurales: o aprovechamos esta oportunidad o seguiremos siendo invisibles. Es nuestro deber y compromiso requerir una equidad territorial en la distribución de recursos tanto económicos como estructurales. Este reparto más justo de recursos, una demanda histórica del medio rural, ha sido desplazada por lo urgente; es momento de REVERTIR lo importante frente a lo urgente y APOSTAR sin miedo a un caballo ganador, que ya no tiene vuelta atrás. La nueva sociedad y la nueva dinámica del teletrabajo –que ha venido para quedarse-, va a cambiar los escenarios de las zonas rurales; posiblemente aumentarán las consultas sobre cómo volver al medio rural y, en esta ocasión, las instituciones públicas -todas ellas- no nos pueden dejar de nuevo en la cuneta. Como REDR, los grupos de acción local estamos preparados para asumir estos retos y otros que pudieran devenir. Nuestro mensaje es simple: somos capaces y estamos capacitados, únicamente nos falta ampliar la transversalidad de recursos, para convertir los actuales retos en oportunidades.